Hace un par de veranos Rafa Nadal fondeó su barco justo a mi lado en Cala Saona, Formentera, y tuvimos una conversación que me dio mucho que pensar… La fortuna es relativa y no es oro todo lo que reluce; la vida, para vivirla, se ha de vivir con humildad; y el azar es quien reparte las cartas, aunque somos nosotros quienes las jugamos.
Llevaba más de quince días fondeado con mi viejo velero sobre una mancha de arena infinita, blanca y fina como la harina; suspendido entre dos mundos, a flote entre el cielo y la tierra, como levitando sobre polvo nacarado… extasiado con la experiencia de vivir la mar con esa sensación de libertad y la ingravidez que experimentaba bajo el agua, nadando y buceando todo el día, con tantísima mar cristalina del color de las turquesas a tu alrededor y esas aguas tan plácidas que no te dejaban marchar a ninguna otra parte. Aunque no tuviera wify, ni TV, ni aire acondicionado, ni agua corriente ni electricidad para la nevera… ¿dónde podía estar mejor que aquí?
Las noches de luna llena la luz del satélite llegaba hasta el fondo como una tremenda linterna que alumbraba los peces y las estrellas de mar, y cuando no había luna el espectáculo de la fosforescencia submarina iluminaba mis noches. No me quería ir. ¡Qué va! Y tampoco tenía prisa por hacerlo. Esta es mi vida y mi profesión, mi oficina y mi hogar. Nada me apremia. Nada me obliga. Solo las ganas de vivir agradecido. Eternamente agradecido. Siempre lo he dicho: yo lo que tengo no es un trabajo, es una bendición. Palabra de playólogo.
Una tarde mientras gozaba del espectáculo de ver el sol apagarse en el Mare Nostrum vi pasar justo a mi lado un yate a motor que me resultó conocido. En la proa estaba Rafa Nadal dando indicaciones al patrón sobre el sitio que prefería para pasar la noche, que curiosamente era justo a mi lado (parece que en esto tenemos los mismos gustos). Su voz hablando en mallorquín era inconfundible… ¡Sí, sí que es él, es Rafa Nadal! Yo, que sabía que tenía una de mis guías (la de Todas las playas de Mallorca) y que por tanto me conocía pensé que tenía que presentarme y regalarle un ejemplar de la de “Todas las playas de Ibiza”. Y así fue. Cogí mi lancha y me acerqué a darle la bienvenida. Sabía que era un enamorado del mar como yo y que sus vacaciones las pasaba con los amigos y la familia en su barco, así que ya teníamos muchas cosas en común.
Recuerdo la cara de asombro que puso cuando me acerqué y le dije: – Rafa, ¿te acuerdas de mí…? Soy el Playólogo, el autor de las guías de “Todas las playas de”. A lo cual me replicó: ¿En serio? ¡Llevo tu guía en el barco! Imaginaos mi cara de felicidad, tan orgulloso como estoy de mi trabajo, y saber que Rafa Nadal tenía mi guía… ¡Qué coincidencia! Acabas de fondear a mi lado… – le dije– ¿Ves aquel barquito velero de allí…? El más viejo y feo de todos… ¡Ese, ese es el mío! Llevo aquí más de quince días sin levantar el ancla. Esto es un paraíso y no conozco mejor lugar para estar disfrutando del mar y de la vida. Y, ¿sabéis lo que me contestó?: – Qué envidia, ya quisiera yo, que mañana tengo que volverme a Mallorca para entrenar para el siguiente torneo. Y yo le contesté: – Anda, no te quejes, que menudo barcazo te gastas. A lo cual me replicó – como intentando justificarse, con una humildad que todavía hoy me asombra– que las mismas vistas tenía él que yo, y que los dos íbamos a disfrutar de los mismos chapuzones; que para gozar de todo esto no hacía falta un barco como el suyo, sino el tiempo y la libertad del que yo disponía.
Cuanta razón tenía… En ese preciso momento Rafa prefería mi vida antes que su barcazo de 76 pies. Soñaba con poder “jubilarse” algún día para poder hacer lo que más le gustaba: disfrutar de la vida en la mar con la gente que más quería. Lo que estaba haciendo yo precisamente durante todos esos días. Por eso siempre digo que la fortuna es relativa, que no es oro todo lo que reluce, y que la vida, para vivirla, se ha de vivir con humildad.
Ni yo quiero su vida, ni probablemente él quiera la mía. Ambos hemos sabido jugar las cartas que el azar nos repartió. Y cuando no ganamos no nos sentimos perdedores mientras aprendamos del error. Esa es la actitud ante la vida y una de las claves del éxito.
Qué hermoso relato y Experiencia. Soy amante de la Vida, la naturaleza y Fan de Rafa Nadal. El representa lo mejor de España. En ÉL vemos reflejado ese buen gentilicio español de buenas costumbres, humilde y laborioso. Conocedor de las virtudes y sobre todo amante y agradecido a la Madre Tierra. Gracias por compartir esa experiencia Playólogo. Eres todo un crack de las playas y el mar.