Cada vez está más de moda alquilar un velero con patrón y pasar unas vacaciones distintas, sobre todo en Ibiza y Formentera, donde el precio del alojamiento en tierra puede salir incluso más caro que vivir la experiencia en un barco. Ni qué decir tiene que la calidad de vida a bordo no es comparable a la estancia en un lujoso boutique hotel, pero lo que puedes llegar a experimentar navegando por las Pitiusas no hay oro que lo pague.
Por eso en Ibiza fondean los mejores yates del mundo, para vivir las calas más de moda del Mediterráneo. Estas playas tan famosas –las del postureo y el derroche– nada tienen que ver con esos otros rincones genuinamente isleños. Pero eso es lo que hace única a Ibiza, que puedes comenzar el día tranquilamente en un lugar apartado del mundo y terminarlo de fiesta brindando por la vida en los fondeaderos más vibrantes de la isla. Te propongo vivir la mayor de las Pitiusas navegando de antítesis en antítesis, comenzando el día en el lugar más apartado del mundo y terminándolo en alguno de los sitios más de moda de la isla. Para que lo vivas todo sin que te falte de nada. Y de faltar, que no te falte mi guía de “Todas las playas de Ibiza”, con los mejores fondeaderos y las mejores experiencias.
CINCO PLANAZOS PARA VIVIRLO TODO:
ANTÍTESIS UNO: Despertar mecido por las olas en Es Canaret y acabar en la fiesta de los tambores del Port de Benirrás.
Antes de haberse convertido en una de las mansiones más envidiadas del Mediterráneo, la cala de Es Canaret (a 15 m al NE del Port de Sant Antoni) era el hogar de un humilde pescador que también criaba gallinas y conejos, pero sin redil… Vivían libres y felices en ese pequeño islote sin saber el futuro que les esperaba. Hoy sigue siendo un lugar único para gozar de la otra Ibiza y de la suerte de vivirla en un barco. Y para cuando ya estés harto de escuchar el silencio del mar y el canto monocorde de las cigarras te propongo levantar el hierro y navegar milla y media hacia el SW, que es lo que te separa del Port de Benirrás, donde se celebra cada domingo al ocaso la tamborrada más famosa de Ibiza, la fiesta de los hippies, que no más tardar acabará siendo declarada “Fiesta de Interés Turístico Internacional”. Te lo digo para que vayas con tiempo (y paciencia), que de ir por tierra te tocará sufrir hasta buses lanzadera. Y no me extraña… porque hasta no hace mucho aparcábamos los coches en cualquier sitio. Después del terrible incendio del 2010, que arrasó 375 hectáreas y una veintena de coches, no me extraña que los vecinos le tengan miedo a los coches mal aparcados (y a las llamas). Imagínate que se diera aquí un suceso como el acaecido en Grecia hace nada…
ANTÍTESIS DOS: Comenzar el día como Robinsón Crusoe en Ses Balandres y terminarlo aplaudiendo el ocaso en Sant Antoni.
Ses Balandres es una playa prehistórica. La obra de un cataclismo al que no llega nadie. Solo la soledad y el silencio. Se encuentra justo frente a las islas Margarides y su famoso arco navegable, a 6,6 M del Port de Sant Antoni. Fondear aquí es una experiencia inolvidable, la antítesis de ver la puesta de sol fondeado justo frente al mítico Café del Mar, en la bahía de San Antoni, donde está de moda despedir al astro rey entre aplausos, como si fuera una sesión de David Guetta. Y de la música… ya verás: no sabrás cual escuchar. Un chumba, chumba diferente en cada terraza. Cada bar de moda se empeña en dar la nota al más alto volumen, como ocurre con las atracciones de una verbena. Degustado desde el mar es como si te tomaras un cocktail de sabores donde se mezclan por igual el wisky, la ginebra, el ron y el qué se yo…
ANTÍTESIS TRES: Saludo al sol practicando yoga en cala Roja y seguir con un masaje en el beach club de cala Bassa.
Entre cala Bassa y las playas de Comte (las más trending topic del poniente ibicenco) hay al menos un rincón donde vivir la felicidad plausible, la de amanecer saludando al sol sin oír más que a las gaviotas (good bye Carl Cox). Se trata de cala Roja y sus fondos sembrados de posidonia y preciosos bunkers de arena, como si de un campo de golf subacuático se tratara. Para después del torneo te recomiendo navegar un rato antes de darte un masaje en el Beach Club de Cala Bassa y el homenaje gastronómico servido en cubierta (te lo traen todo, todo al yate), para que no te estreses demasiado bajando a tierra entre la plebe. Este balneario de lujo permite gozar del mar envuelto en lujos asiáticos y gasas blancas, para poder darle fuego a la VISA sin complejos. Y al caer la noche podrás ponerte aún más guap@ y bajar a tierra para lucirte, porque seguro que hay fiesta (y caras conocidas), así que engrasa el smartphone, estira el rimmel y ensaya las poses que toca selfie tras selfie. Es lo que tiene Ibiza, que aquí conviven los que se gastan 100.000 € en una botella de champagne con los que vamos a la playa cada domingo con la abuela, los niños, la tortilla de casa y el porrón.
ANTÍTESIS CUATRO: Amanecer buceando en las aguas cristalinas de cala Tarida y finalizar el día bailando en las sunset sessions de cala Comte.
Cala Tarida tiene de fama de ser una playa tranquila consagrada al veraneo de las familias, pero tengo que admitir que tiene unos fondos de arena y unas aguas que, especialmente en la orilla N, son lo más parecido a una piscina natural de ensueño. Aquí te puedes pasar el día saltando al agua en bucle como las ranas antes de descubrir la piscina natural del Racó del Puig des Fornàs, el rinconcito que hay al E de las playas de Comte. Aquí, temprano, se disfruta como pez en el agua. Como plato final te recomiendo despedir el día brindando y brincando con las músicas del Sunset Ashram, otro de esos beach bar míticos donde se aplaude el sol y se disfruta de la vida mojito en mano. Pasar aquí la noche fondeado se te puede hacer un poco largo, tanto como se alargue la fiesta, pero estoy seguro que lo recordarás para siempre. Yo jamás me olvidaré de aquella boda del restaurante Ses Roques a la que me tuve que incorporar en mitad de la noche porque era preferible eso antes que pasar la noche sin pegar ni ojo por el sarao que tenían montado.
ANTÍTESIS CINCO: Desayuno en cubierta en Sa Caixota y fiestón en cala Jondal o Ses Salines.
¿Quieres saber donde se concentra la mayoría del famoseo? Fondear frente a cala Jondal o Ses Salines equivale a tener la vista entretenida durante un buen rato. Primero porque está llena de bellezones (yatazos de todas las esloras, motor o vela, helipuerto incluido) y de caras conocidas, tanto del mundo del corazón como del deporte. Cuerpos esculturales y carteras abultadas, eso es lo que hace falta tener para convertirse en cliente habitual del Blue Marlin Ibiza, uno de esos beach clubs abiertos tanto de día como de noche donde los millonetis pagan botellas de champán de 100.000 euros (que no, que no es una errata). Pero primero hay que desayunar tranquilos en Sa Caixota, en tu propio barco, donde se retiran los que no quieren ser vistos. Este fondeadero vale para cualquier eslora que no quiera llamar la atención, y está a tan solo 2 M de cala Jondal o 7 M de Ses Salines, al sur de la isla, en el otro gran polo de atracción de las celebrities. Como playa para el común de lo mortales tiene la ventaja de no ser muy popular y de ser de cantos rodados, lo cual esconde una agradable sorpresa: la suavidad de los fondos arenosos, de aguas cristalinas y sedimento fino. ¡Cualquiera lo diría!
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